Las
hemorragias externas grandes pueden producir un colapso circulatorio en breve
espacio de tiempo. El cerebro es el órgano que debe recibir el mayor aporte de
sangre posible y, por tanto, se debe actuar con rapidez.
Atención de urgencia a las hemorragias externas
graves
Cuando
se trata de atender una hemorragia, es fácil perder la calma y dejarse
impresionar por una vista de la sangre. En estos casos es conveniente saber que
las hemorragias son de dos clases: arteriales y venosas. Las hemorragias
arteriales se distinguen por el carácter pulsátil de la sangre que mana de la
herida. Las hemorragias venosas son menos espectaculares, ya que la sangre
fluye con menos fuerza. Si la herida afecta a una arteria pequeña, el chorro de
sangre es igualmente pulsátil, pero fino como un hilo; si la hemorragia es superficial
y afecta sólo a los capilares (como es el caso de las heridas sufridas por
arrastramiento, que lesionan la piel de manera superficial peor extensa), la
sangre se extiende como una capa. En la práctica, sin embargo, es difícil
determinar si la hemorragia es venosa o arterial, dada la cantidad de sangre
existente y las lesiones que acompañan la herida. Por ello es prudente
considerarlas todas como heridas arteriales, que son las que requieren una
intervención más urgente.
Como actuar
La
actuación ante una herida sangrante es siempre la misma: inspeccionar,
comprimir, pone a la víctima en posición horizontal y avisar a los servicios de
socorro si la gravedad lo requiere.
1. Inspeccionar la herida es el primer paso
para determinar si lo que sangra es una arteria o una vena, cuál es el tamaño
del vaso lesionado y si hay suciedad dentro de la herida.
2. Si la herida no cesa de sangrar
espontáneamente, hay que comprimir la zona con el lienzo limpio doblado,
manteniéndolo apretado con la mano.
3. Si la presión resulta eficaz, hacer un
vendaje comprensivo sobre la herida para mantener una presión constante. El
vendaje se fabrica colocando gasas dobladas sobre la herida y cubriéndolas
después con un vendaje apretado.
4. Si la fuerza aplicada sobre la herida no
resulta eficaz y el paciente sigue sangrando, será necesario practicar la
compresión a distancia con el puño o con los dedos en los puntos de compresión
en los que la arteria principal pasa por delante de un hueso, en forma que se
la puede apretar contra él e interrumpir la hemorragia.
5. Puede ser necesario utilizar un
torniquete en un lugar situado entre el corazón y la herida, por encima del
codo o por encima de la rodilla. En caso de colocarlo, es muy importante
indicar la hora en que se colocó y no aflojarlo sin control médico, ya que
puede causar la muerte.
6. Colocar al herido en posición
horizontal, o ligeramente incorporado si la herida es en la cabeza. Conviene
poner la zona herida siempre en posición más elevada que el resto del cuerpo.
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